[Reportaxe de Antonio Sandoval]
Cuando el deporte agrede nuestra naturaleza
El deporte es una fiesta, excepto cuando su práctica supone el destrozo o la alteración de nuestro patrimonio natural
“En general, el deporte es una fiesta. Excepto cuando su práctica supone el destrozo o la alteración de nuestro patrimonio natural. Algo que empieza a ser más común de lo que parece.
(…)
La cada vez mayor facilidad para llegar por carretera a lugares distantes de las grandes poblaciones, unida al creciente renombre de nuestros mejores espacios naturales, viene cada temporada provocando aquí y allá otro tipo de daños. Son daños resultantes, por ejemplo, del exceso de personas en ecosistemas que no están preparados para recibir a tanta gente de repente, aunque sean caminantes. O, cuando no se reúnen más que unos pocos aficionados o uno solo, del hecho de asustar con su presencia a la fauna local, espantándola. Esto es algo muy grave cuando sucede en época de cría y las afectadas son especies amenazadas por otros motivos. Y cualquiera podemos incurrir en ello por mera ignorancia. Por ejemplo, haciendo senderismo o bicicleta, escalando una pared o corriendo por la playa por donde no deberíamos. Cuando se penetra en esos lugares a bordo de ruidosos vehículos de motor ya resulta complicado admitir que quien así actúa no sabe lo que hace.
(…)
A diferencia de la mayoría de esas otras amenazas y agresiones, el deporte tiene algo fantástico a su favor: es muy sencillo de corregir, porque depende de personas sanas que cuanto desean es disfrutar del ejercicio. Basta con que quienes gustan de practicarlo al aire libre se informen bien y apliquen el sentido común para asegurarse de que su actividad no supone ningún daño. Y que pregunten cuando no estén seguros. Su objetivo debe ser lograr que su actividad sea una fiesta tanto para ellos como para la naturaleza…”




Deixar un comentario